Sobre mí
El arte siempre ha estado conmigo. No recuerdo un momento exacto en el que empezara a formar parte de mi vida, porque simplemente siempre estuvo ahí: como un lenguaje propio, como un refugio en el que desconecto del mundo, me relajo y entro en ese estado en el que todo fluye con naturalidad.
Con los años descubrí que no solo era mi manera de expresarme, sino también una forma de aportar algo a los demás. Cuando enseño a alguien, siento que estoy ofreciendo más que una técnica: estoy acompañando a una persona en su camino, ayudándola a crecer y, en el caso de los niños, contribuyendo a su desarrollo creativo y personal.
Mi obra es variada y siempre cambiante: me gusta experimentar, combinar realismo con creatividad, jugar con líneas y con colores vivos que transmiten energía. Cada cuadro es distinto, porque cada emoción lo es también. Y al mismo tiempo, cada lámina personalizada que creo tiene un propósito muy especial: inmortalizar un recuerdo, una persona o un instante que merece conservarse para siempre. Saber que alguien sonríe cada vez que ve en su pared una pieza hecha especialmente para él o ella es lo que da sentido a mi trabajo.
Soy creativa, persistente y disciplinada. Pero sobre todo me mueve el deseo de inspirar. Quiero que quienes se acerquen a mi arte se sientan asombrados, ilusionados, con ganas de aprender más y de dejarse sorprender por lo que el arte puede darles.
Al final, mi misión es sencilla: que cada persona que entre en contacto conmigo —ya sea a través de una clase, un cuadro o una lámina personalizada— se lleve algo más que una obra o una técnica. Que se lleve una emoción, un recuerdo, un instante que le haga sonreír.
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